miércoles, 30 de diciembre de 2009

La batalla del tiempo.

No es más que una simple convención, una ley más con la que convivir, un acuerdo para no perdernos en el camino de la vida, una atadura en la que creemos sabiendo que la mayoría de las veces nos derrota por no saber permanecer quietos frente a su intempestivo movimiento circular.
Mañana, desde el más jovial de los acuerdos, decimos adiós a un nuevo año. Simplemente porque decidimos que un 31 de diciembre a las doce en punto de la noche, el reloj saltaba hacia una nueva etapa y añadíamos un digito más al discurrir de los años.

Ahí estaremos todos y todas, frente a un televisor, en la mayoría de los casos, dispuestos a engullir doce uvas, arrimados a la alegría y con el necesario punto de nostalgia como para soltar el principio de alguna lágrima por los que ya no están. Se llenarán nuestros márgenes de besos y abrazos y seguirá corriendo el cava y las lentejuelas hasta bien entrada la madrugada. Será el tiempo de las nuevas promesas, las ideas de aventuras necesarias, los nuevos planteamientos vitales y el inevitable deseo de dejar de fumar para quienes todavía habitan este mundo disfrazados de chimeneas andantes. Promesas que se irán diluyendo durante los siguientes 15 días para terminar siendo agua allá por los principios de febrero.

Nuestro problema no son las convenciones ni las legislaciones vitales, sino más bien nuestra mala relación con el tiempo. Elevo una propuesta para quien quiera aceptarla. No se propongan para este año grandes sueños, ni aventuras desmedidas, ni deseos que habrán de quedarse olvidados en la galería de los imposibles. Dejen a un lado todo eso y este año propónganse aprender a tener una nueva relación con el tiempo.
Cada mañana, cuando el despertador inicie su matutina serenata, disponen de, al menos, 17 horas, restándole al día unas cuantas para el sueño. Sean conscientes de cada una de las horas que pasan. Sean conscientes de cada una de las acciones que hacen en cada una de esas horas. Traten de hacer lo posible por disfrutar de cada una de esas horas como si fuese la última que les queda antes del último suspiro. No se metan en grandes proyectos…irán apareciendo solos si son capaces de sentarse a contemplar el paso de esa hora inevitable que estará allí haga sol, frio, llore o se tenga que sujetar la mandíbula de la risa.

Empieza el 2010….los agoreros siguen hablando de crisis para que enfermemos de desidia y sigamos sentados en la puerta de casa pensando que un día pasará el hada madrina a sacarnos del pozo inventado, cuando lo que habría que hacer es mover los cuartos traseros de la silla de la inoperancia. Empieza el 2010….hagan el favor de no cometer más sueños impropios que no cumplirán debido a su mala relación con el tiempo. Sean conscientes de cada una de las horas que irán pasando alrededor y verán como, a eso de las 23,45 h del 31 de diciembre de 2010, serán conscientes de que otros sueños se han hecho mágica realidad sin haber tenido que hacer más esfuerzo que el de vivir con la serenidad de estar vivos en cualquier circunstancia.

Feliz Consciente 2010