miércoles, 2 de abril de 2008

Maneras de globalizar


No recuerdo si fue Hans, el escéptico y descreído personaje que interpreta José Sacristán en “Un Lugar en el Mundo” de Adolfo Aristarain -¿no la han visto?, pues acudan a ella y ya me dirán- o Mario (Federico Luppi) quien dice en un momento de la peli aquello de que “uno es del lugar del que ya no quiere irse”.

Yo soy de Granada. Lo fui siempre un poco desde que descubrí nuestra joya en el ya lejano 86, y lo soy ya definitivamente desde que me he trasladado a vivir dejando atrás a Madrid, ciudad en la que viví siempre. Ahora, aquella que fue mi ciudad, es hoy un espacio gobernado por la ultraderecha tramontana de Aguirre y sus personajes que campan a sus anchas pensando que aquello es el Oeste americano. Vivir en Madrid tiene su grandeza y su lado duro pero ir, como yo voy ahora, es recibir el regalo de su amplio espacio y su generosidad, ahora que voy de “turistable” –persona que pretende ser turista en la tierra en que vivió-.

Pinceladas de momentos pasados estos últimos días en Madrid. Globalización positiva cuando tiene que ser a través de una amiga de Estrasburgo –ya sé que es muy lamentable- el saber que Picasso ha invadido el Reina Sofía con una magna exposición donde se pueden ver los fondos del Museo de Paris.

Paseo por Atocha esperando a que abran el Museo y café en uno de esos nuevos espacios “internacionales y globalizantes” donde en el colmo del marketing te pides una consumición y te preguntan el nombre para una mayor personalización.

Tentado estoy de utilizar “Gandhi”, “Lorca”, “Kennedy”, “Neruda” o “Angel González” pues el tipo que me pone el café tiene aire de no saber quien es cada cual . Me lo pienso más y casi termino por decir que Rajoy como pequeño homenaje irónico a este hombre ya acabado sin saber todavía que será Sorayita –lo digo con cariño y sin maldad- la que habrá de bregar con más de 150 diputados recién perdiditos de nuevo y con ganas de decir…¡¡Al ataquerrrr!!!. Jesús que tropa.

Café de la Globalización en su lado más negativo. Yo prefiero el nacionalismo del Gijón, cambio el cartón por la loza del tiempo, prefiero buscar el sueño de Azcona cuando Vicent lo descubrió dormitando en alguno de sus veladores, ruidos de cucharillas y la ausencia del cerillero “Aquí vendió tabaco y vio pasar la vida Alfonso cerillero y anarquista”. Todavía toco por debajo la mesa del café con el ánimo de encontrar –como en la Colmena- que los mármoles eran lápidas del cementerio –si, ya sé que el café de la novela no es el Gijón, pero me hace feliz pensar que si, así somos los soñadores-.

Gran vía y tierra de libros en la Casa que no en la Fnac que es más de discos y cachivaches. Y de los libros a Labra que siempre está para saltarse los regímenes con el bacalao y unos sorbos de buen Vermut o la cañita consabida que Madrid es lo que tiene tirando el oro líquido –pasen por La Cruz Blanca-.
Prefiero el sabor de la España de progreso y la sabia de las buenas tradiciones que la globalización mal entendida, no tienda, amigo, a la constante americanización. Buen viaje de vuelta a casa y Sierra Nevada al fondo ya a punto del deshielo, que lo del cambio climático también es verdad.

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