lunes, 13 de julio de 2009

Certezas

“Somos lo que pensamos. Todo lo que somos se origina en nuestros pensamientos. Con nuestros pensamientos hacemos el mundo” (Siddharta Gautama)

Y ahora, en este preciso instante, en el perfecto golpe de tiempo de la tarde, en el calor inmisericorde y necesario de un julio en sur, pienso en los libros que todavía quedan pendientes, en los que me rodean, en las pelis de Aristaráin, en Lily y en la mirada de Hans sobre Ana, y en Fer enamorando de palabras el mundo de Tutty y en Federico y el golpe de memoria de Poeta en Nueva York, y en aquella infancia de 1910 y en el Zaguán de Luis Rosales y en “La palabra del alma es la memoria/y en el bosque donde vuelve a ser árbol cada huella/la sustancia del alma es la palabra” y en la lágrima de Candilejas y en Nanni Moretti paseando en Vespa por esa Roma mágica de agosto en Caro Diario.

Pienso en versos y labios, en abrazos y despedidas, en anuncios de cambios y de nuevos sueños.

Somos lo que pensamos y en ese camino hay que ir trabajando poco a poco los días. Ahora se llena el tiempo de canciones de Battiato, del Jabalí Blanco y del camino de la tortuga.

Se acurruca en el corazón aquellas “Solos en la madrugada” de Garci y su “Asignatura Pendiente”, las dos genialidades del Crack y la llama encendida de “Amanece que no es poco” de Cuerda.

Músicas y cines y batallas ganadas al tiempo llegando a pensar que eran derrotas lo que sembraba en la memoria, cuando en realidad, estaban llenas de victorias.

Hay caminos que uno no sabe que han comenzado hasta que te encuentras la señal en el cruce de los días y eliges uno de ellos con tu mochila casi vacía al hombro, sin saber muy bien por qué dejaste al otro lado la pista de asfalto para entrar en el pasillo de tierra que anuncia ejercicio y buen pulso.

Saltas la valla sin preguntas, con el ánimo sereno y encendido. Quizás sea porque esta mañana, sin pensármelo dos veces volví de nuevo a comprar un nuevo ejemplar de “Rayuela” de Cortázar y supe que me encaminaba, una vez más, en busca de la Maga, como cuando tenía aquellos 18 años y escribía mi columna sobre la muerte de Cortázar en nuestro revolucionario periódico del San Isidro de Madrid “Photo30”.

Me quedan labios, abrazos, vinos, libros, memorias, fotografías, miradas, manos, sueños, copas y desmemorias, anuncios de días claros y sombras de invierno, hojas marchitadas y diluvios, luces serenas, cuentos navideños, nieves y susurros, caminos, puentes y olvidos, vidas, presencias, ausencias y derrotas, canciones e interiores, ventanas, balcones de verano y lumbres de invierno, poemas y palabras, gritos y desgarros, cuencos donde comer y flores que llevarme a los ojos vivos.

Es una tarde calurosa del mes de julio y en la serenidad de la tarde, con las persianas casi hundidas siento un canto de azucenas.

“Amor inmenso como los álamos del rio” (Federico García Lorca)

1 comentario:

el sereno dijo...

desde la serenidad,ecologia,reflexión,introspección y no se que mas,pero todo muy interno y etereo