viernes, 2 de mayo de 2008

De chikilicuatres y limoneros



El otro día, en la Feria del Libro de Granada, compré y he leído en “dos sentás” la segunda parte de la historia de Chris Stewart “El Loro en el limonero”, continuación, ya digo, de “Entre limones”. Para quien no lo sepa, este Crhis, ex batería de Génesis, se instaló hace unos cuantos años en la Alpujarra, en un cortijo con su mujer Ana y su hija Chlöe, donde viven felices, tranquilos y rodeados de viva naturaleza en estos tiempos que corren.

Estuve más de una hora haciendo cola para que me firmase el susodicho ejemplar. Puede pensar el lector que una hora de espera para una firma significa que delante de mí habría no menos de 100 o 200 personas con el libro bajo el sobaquillo aguardando el directo contacto entre escritor y lector, pero no, debían ser solo unas 20 o 30, pero el señor Stewart, haciendo gala de una envidiable serenidad y una agradable simpatía no solo estampaba su firma con una pluma, sino que además departía tranquilamente con el lector de turno sobre lo divino y lo humano. Simplemente genial. Durante el tiempo que estuve bajo un sol de justicia nadie, absolutamente nadie, protestó lo más mínimo durante la espera. El tipo me pareció muy agradable, se esforzaba en hablar bien, siempre con una sonrisa beatífica y una mirada limpia y clara de los que han “despertado”.

Me fui de camino a casa con mi negrita Canon repletita de fotos –pronto abriré mi página en flickr- pensando la clave del éxito de “Entre limones” y “El loro en el limonero” de alguien que no era un escritor, de unos libros ciertamente entretenidos pero no de una literatura excepcional. El relato de una vida, simplemente eso. No estaba ante dos best seller pero las ventas eran ya millonarias ¿por qué?, ¿Qué hace a la gente devorar los libros de Chris? Y el caso es que no se trata de libros de autoayuda….Los días han ido pasando hasta que en Ideal apareció (que manía tengo de recortar noticias, reseñas y columnas sin anotar las fechas) la crítica de Televisión de José Javier Esparza titulada “Chikipuaj” y ¡¡con un par!! allí estaba la clave de por qué la gente compra a manos llenas los libros de Stewart.

No se asusten, es más, den gracias miles porque estamos en el tiempo de la decadencia, la imbecilidad social, la explotación servíl, la globalización demencial del capitalismo más atroz, el tiempo del todo vale, y tonto el último. Las teles se llenan de cacas enormes y Chikilicuatre –genial bomba de relojería para servirnos en bandeja nuestro propio mundo absurdo- se desgañita con su guitarrita plastiquera y sus gogós frotan sus tetas en la cara de Segura con el ánimo de decirnos, en el fondo, aquello de “Eh tíos pero mirar donde estáis y dónde váis”.

Frente a todo esto, la gente sigue aferrándose a lo material pensando que es la cuna de la felicidad, sigue trabajando 12, 14 o 16 horas sin saber muy bien porqué y en el fondo sabe que las cosas no van por muy buen camino pero no se deciden a sentarse, a pararse, a detenerse, a observarse para “darse cuenta” y reaccionar. Es entonces cuando, ante historias como la de Chris Stewart, la gente corre a observarse entre sus páginas soñando con la remota posibilidad de, un día, hacer lo mismo que el señor Stewart; pegarle una patada en los “cuyons” a lo que nos han vendido como el mundo real y acabar en el culo del mundo plantando patatas, cuidando gallinas y tomando cerveza tumbado en la hierba. Pero no se apuren. Lo pueden hacer ya mismo. No hace falta irse tan lejos. Simplemente cojan las riendas de sus días, pongan un pie por la mañana en el suelo, sonrían un momento y, cuando salgan a la calle, comiencen por decir ¡buen día! a su vecino y a cualquiera a quien se dirijan por la calle. Es solo un comienzo pero no está mal para empezar. Luego vendrán otras cosas…se las iré contando. ¡¡Buen día!!.




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