jueves, 26 de junio de 2008

A la final

Confieso que nunca he sido muy futbolero. De chaval, en el patio del colegio, no podía jugar con la pandilla en la trasera del San Isidro pues no había cosa que me hiciese más gracia que ver la cara de mi portero cuando- pocas veces- enganchaba un balón e intentaba introducirlo en la portería que me pillase más cerca; el problemas es que casi siempre era la mía. Al parecer las cosas del humor estaban reñidas con el juego patrio y las humoradas surrealistas no estaban bien vistas, así que me dedicaba a otros menesteres mientras a los demás parecía irles la vida si antes del pitido final, que había de coincidir con el timbre del recreo, no conseguían el anhelado tanto.

Ahora me veo sorprendido con la Eurocopa que estoy siguiendo con tranquila pasión y preparo el partido de hoy –surtido de cerveza y aperitivos- para verlo en casa y asistir como toda España a la magia de poder vernos en la final de una Eurocopa.

Es buena la pasión, es una gozada disfrutar de la compañía de los amigos o de los desconocidos en un bar abrazándose después del gol que nos dará la victoria o unirnos en la lágrima del final si son los rusos los que se llevan el balón al agua.

Lo que no es tan divertido es ver lo que está ocurriendo en muchas ciudades una vez que finaliza el partido. Granada es un triste ejemplo. Casi cinco mil euros nos ha costado a todos los granadinos la victoria de España contra Italia porque los descerebrados de siempre y algunos advenedizos más que se unen a la masa les dio por destrozar el mobiliario urbano y asaltar las fuentes para darse el chapuzón. No sé de quién fue la funesta idea de celebrar las victorias de los equipos asaltando monumentos. Menos mal que no les dio por quemar algún Goya, rajar un Picasso o pintar bigotes en las estatuas. Todavía recuerdo como en Madrid, tras una victoria del Real, Raúl se puso como un energúmeno y fue capaz de encararse a un policía que le impedía el paso a la Cibeles diciendo aquello de que “tú no sabes con quien estás hablando”.

Disfrutemos, gritemos los goles, seamos todos a una aunque sea a costa del balompié, paralicemos el país durante, al menos, 90 minutos pero paren las violentas actuaciones de aquellos jóvenes que hacen de una victoria un acto de terrorismo callejero. Se les detenga y dureza en la aplicación de la justicia y si es “hijo de alguien” que pague.

Nos vemos en la final contra Alemania.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mi me ha pasado siempre igual... yo también he sido siempre partidario de meter gol, sin andar con tantos miramientos de esta u otra portería (debe ser cosa de la generación “chanante”). No suelo ver el fútbol, pero ayer lo vi y el domingo lo veré y curiosamente me emocionará cada gol cuando realmente me importa un pimiento que metan la pelotita entre los palitos o no...


Pero esto de la Eurocopa o los mundiales tiene algo de sentimiento tribal ¿verdad?
Es como las antiguas guerras, la izquierda europea clamaba contra la I Guerra Mundial, pero a la hora de la verdad el sentimiento de pertenencia a una nación fue mas fuerte y todas las tendencias políticas de cada Estado se unieron para ir a la guerra como un bloque unido.

A por el Kaiser y compañía!

Un abrazo desde los madriles