lunes, 8 de diciembre de 2008

Navidad

Tarde de Lunes festivo repasando fotos, perdido en los nódulos de la red saludando amigos, buscando encuentros de palabras, escenas de películas olvidadas, recuentos de días pasados y sueños venideros. Abro los cajones de la memoria para preparar un libro para próximo concurso de poesía. Ahora me animo de nuevo a dibujar palabras enredadas en imagenes o al revés...¿quien sabe?. Y encuentro este poema escrito ya hace algunos años. Permítanme que lo comparta
NAVIDAD.

Quizá la culpa sea de ese rumor lejano
que la nieve provoca al descender lentamente
sobre los que sienten la llegada de Noviembre.

Quizá por él todos escuchen el aullido,
pero no el dolor de los colmillos oxidados
del que muere en los paisajes de la noche.

Porque Noviembre viene con zapatos de mármol
pisando el último suspiro de la sangre.

Noviembre es la caricia de una brisa sin manos
que subraya con la muerte la ausencia de color
en el cristal de las bombillas intermitentes.

Noviembre es un desfile de cementerios
y es una sala de espera para los muertos
donde un alma suplica el beso que le negaron.

La cruz es antes que el algodón y la cuna.

Primero el tiempo donde las flores se marchitan
bajo la última sombra que el ciprés nos cede;
luego pensar que no se amo bastante
a los que ya son recuerdo de pañuelo al viento.

La voz sin fondo del plástico de los adornos
anuncia que aún es posible levantar los brazos
y gritar amor por los rincones desolados.

Pero el tiempo solo existe hacia Febrero;
por eso Diciembre es una lucha sin motivo,
un arrebato de deseo incontenible,
un espacio en blanco de relojes disparados
hacia un pasillo con espejos de rostros pintados.

Diciembre es un convenio de monedas,
un pozo sin fondo donde los niños bucean
hasta encontrar la sonrisa que duerme escondida
en el lodo, bajo las cruces de los bostezos.

La palabra amor se prostituye por las calles,
por las casas y los comedores de Diciembre,
porque todos creen que no hay más horas para el beso.

En el falso sueño de los escaparates
los enamorados tiemblan por el contorno
de las punzantes hojas de acebo. Y Enero
viene con el olvido del último saludo,
cuando ya es necesario cerrar los armarios
para que se pudra la escarcha de las manzanas
y los reyes -brillo de hojalata en sus coronas-
lanzan al viento de Enero sus capas vacías,
porque son incapaces de cubrir de esperanza
el helado temblor en el corazón solitario
del que busca la savia del tallo en primavera.

¿Por qué explicarles que todo fue culpa de un sueño?,
¿por qué es necesario despertar a los niños
que se abrazaron al incienso y a la mirra
sin ser cegados por el oro de sus zapatos?.

Yo no quiero navidad de puñal ni de espanto,
ni lágrimas por el aula de las escuelas;
¡que no digan la verdad de las enciclopedias!:
¡Niños!, Santa Claus tiene un mono de fontanero
y una caja de hierro donde guarda los renos,
¡niños!, Melchor tiene carmín en las mejillas,
Gaspar fue asesinado en un corte de tijera,
Baltasar quiere ser mujer y dominar el mar;
¡que no abran la carne ingenua de las estrellas!,
¡que traigan almohadas de seda para el sueño!.

Porque los ojos de los niños son mariposas
volando hacia el abrazo de las esquinas
donde encuentran saludos marchitos y olvidados.

Su navidad es la nieve durante el verano,
no entenderán que Enero es perfil de silencio
en el beso que duerme por el hielo de las camas,
no buscaran el silencio que viene a tumbarse
por el perímetro imperfecto de la noche,
después de golpear con saña, hasta la herida,
el penúltimo vientre de las horas de otro año.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Jolín, qué bonito!