sábado, 6 de junio de 2009

Siempre Ahora

Alguien dijo que meditar es como volver a casa y es que “la meditación seriamente entendida supone un trabajo duro, a menudo frustrante y, sin embargo, profundamente satisfactorio, además de ser la más antigua y más nueva de las grandes aventuras que el hombre puede emprender. Espero que signifique para todos tanto como ha significado para mí”. Estas palabras entrecomilladas provienen del libro “Cómo meditar. Guía para el descubrimiento de sí mismo” que Lawrence LeShan ha publicado en la editorial Kairós y que recomiendo encarecidamente.

Vivimos tiempos duros ¿es que hay que recordarlo?. Estamos ante un cambio de era por el que muchos no se atreven a transitar, cuando dentro de no mucho se verán obligados a pasear sin más ayuda que el silencio por no darse cuenta a tiempo de ciertos movimientos que avecinan tempestades.

Aquellos que creemos en el ápice de las revoluciones, de la sencillez de los movimientos intempestivos que adornan nuestros días, los que sabemos que es necesario el galope del abrazo y el suave candor del beso para seguir viviendo, los que estamos convencidos de que las llaves que nos rompieron volverán de nuevo a abrir puertas, sabemos que ahora, más que nunca, es necesario el silencio de la sabiduría para ser conscientes de que nuevos tiempos se avecinan. Tiemblen los hombres que desnudan su fuerza por la derrota de lo que creen poder, tiemblen las mujeres y callen la laboriosidad de los labios de quien se hace mayúsculo en la pulcritud escondida de los baños.

A veces uno no tiene más remedio que creer en el cielo vacío para intentar responder a la fiereza de los ojos rendidos a la derrota, pero yo no me dejo ansiar por el barro ni la memoria de un tiempo de nauseas y cuchillos. Se como creas conveniente que debes ser. No hundas tus manos en la carne fría de los que no te corresponden, abre corazones a la alegría, besa los labios que rezuman vida, ama las manos que iluminan la derrota y acaricia las pestañas que mueven las horas.

Hace tiempo, un tiempo que recuerdo que no jugaba a la poesía y hoy, en el momento en el que “un silencio de trenes boca arriba” como escribiera Federico se quería hacer dueño de los días vuelvo a abrir las manos para gritar valiente que la vida es amigos y labios, libertad y miradas, dulces miradas en el tántrico juego de los días.

Vale (que es como Cervantes terminó su Quijote. Con un par que apuntaría Sabina)

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