martes, 11 de agosto de 2009

Páginas de vida

Pablo Neruda escribía en su “Confieso que he vivido” que “la tarea del escritor no es misteriosa, ni trágica, sino que por lo menos, la del poeta, es una tarea personal, de beneficio público”, y añadía que “lo más parecido a la poesía es un pan o un plato de cerámica, o una madera tiernamente labrada, aunque sea por torpes manos”.

Ya no recuerdo si en estas miradas que voy derramando de vez en cuando, he hablado de los libros que van envolviendo nuestras vidas. En este caso mis vidas. Hoy es tarde de jazz. Suena de fondo Sergio Pamies hablando en piano y entre amigos, derramando la maravillosa “Amnesia” y provocando la placidez de volver a saborear una mirada quieta y serena. Hay una barrita de incienso encendida que se olvida cada 30 minutos -como las sentadas en zazen- y Luna descansa a mi lado envuelta en teclas y sueños de gata libertaría. Detrás tengo mi vida; Los libros que me aguardan y aquellos que ya abiertos como amor secreto y encendido, un día fueron carne de beso amarillo y esperan el anaranjado de la relectura.

Amarillean ya desde los 80 las páginas de Neruda que compré en la Puerta del Sol después de caminar durante horas para ahorrarme lo que costaba el billete y un bocadillo y poder, así, entrar sin llamar en su vida “Confieso que he vivido”. Justo un poco más allá todavía me emociona ver la dedicatoria de Luis Rosales en sus “Rimas-La Casa encendida” en el volumen de Austral (Para Juan Carlos escritor con un abrazo” y casi todos los volúmenes de Carmen Martin Gaite con su firma cariñosamente repetida año tras año en la Feria del libro “Para Juan Carlos, recuerdo de nuestras excursiones al bar Chapas, afectuosamente”.

Muchas noches me dedico solo a mirarlos, a pasear mis dedos por la lozanía de sus lomos –los libros siempre guardan el tiempo con un primor de dioses y madreselvas- y vienen olores y sabores, tactos y despedidas, abrazos y tiempos nuevos como el primer volumen de la magna biografía de Federico Garcia Lorca escrita por Gibson y que apareció publicada por Grijalbo en un precioso volumen, regalo de un amor intempestivo, ardiente y fugaz y una fecha de recuerdo 19-9-88. Un libro que tuve que volver a encuadernar después de derramar una botella de vino en aquellas noches de poesía y tango de los 90. En el segundo volumen me dejé mi primera nómina de “mensajero andante” –las 6 restantes fueron para pagar la edición de mi primer libro de poemas-

Me asaltan las arboledas perdidas de Alberti y “Las Bicicletas son para el verano” con la firma de Fernán Gómez sobre una cartulina que encontré en aquel instante mientras saludaba por primera vez a Tierno Galván en aquel mítico 82.

“Los Santos inocentes” que me hicieron rojo de por vida y “La Colmena” para golpear conciencias y arrabales. Necesitaría 1.000 líneas más para hablar de tantos otros…ya iré contando miradas, misterios, manos, valentías y aprendizajes.

Luna continua tendida a mi lado esperando la caricia, el piano de Pamies sigue aleteando pasiones que me regala miradas y manos. La última barrita de incienso agota su despedida y como un acto de comunión con la vida hago un hueco a un nuevo compañero que ya es sabor de amor para el resto de mis días. “Annie Leibovitz.Vida de una fotógrafa 1990-2005”. Con Devoción: Gracias.

“Mi vida es una vida hecha de todas las vidas: las vidas del poeta” (Pablo Neruda)

1 comentario:

zenete dijo...

serenidad,mucha serenidad.desde la serenidad.