jueves, 28 de febrero de 2008

De libros y tiempos

El de ayer fue uno de esos días en el que los amantes de los libros nos ponemos el traje de las grandes ceremonias para tener en las manos aquél volumen que tanto tiempo llevábamos esperando.

Me acerqué a Babel –mi librería en Granada, de esas que todavía el librero acaba convirtiéndose en tu amigo, asesor y confesor de la intimidad literaria- y allí estaba el objeto preciado. “En España con Federico García Lorca” los diarios de Carlos Morla Lynch.

Un café en la esquina de San Juan de Dios casi con Triunfo y las manos temblorosas retirando el plástico para tocar sus pastas, ojear y hojear por primera vez los interiores de este precioso volumen de la editorial Renacimiento. Lo esperaba desde que descubrí la biografía de Lorca, allá por los 80 de mis primeras lecturas biográfico- lorquianas y el descubrimiento de “El asesinato de FGL” y su “guía a la Granada de FGL” de Gibson que poco después me habría de impulsar a venir a esta ciudad para, a la vuelta de unos cuantos años más, volver ya definitivamente a vivir.

Pierdo el hilo, como siempre, así que tiro de la madeja y retomo este sueño hecho realidad para recomendarles su lectura. Un paseo por la España de los años 20 y 30 de la mano de un hombre que tuvo contacto con todos los grandes, un hombre en el tiempo de las tertulias, de las veladas junto a Cernuda, Federico, Alberti, Mª Teresa León, Pablo Neruda Salinas, Rosales y tantos otros. De especial relevancia su contacto y amistad con Federico García Lorca. Un testimonio esencial para conocer aún más la figura de nuestro genial poeta.

Este es el diario de un hombre de su tiempo, de compromiso, de altísimo nivel intelectual que vivió tiempos duros como Embajador de Chile en España y que, llegado el momento, abrió las puertas de la Embajada y otras casas pagadas por los chilenos para ayudar a refugiarse a los perseguidos. Y lo que es más importante, a los perseguidos de los dos bandos. Estuvo en Madrid durante toda la Guerra y logró salvar cientos de vidas y ganarse las quejas de unos y de otros, pero el demostró la valentía de un hombre ante la barbarie.

Lo tomo siempre como uno de los grandes ejemplos de nuestra historia más reciente. Este es también ese tipo de espiritualidad a la que siempre que puedo hago referencia. Es tender las manos a quien lo necesita, el gesto amable, la serenidad suficiente para no perderse ante el miedo, la derrota y los sinsabores de la vida.

En el último sorbo de mi café, contemplando la foto de la portada –la feliz imagen de la amistad- volvieron a mí las dantescas imágenes del debate del pasado lunes y las lamentables algaradas que estamos escuchando de parte de este derecha derrotista que tenemos y que, por cierto no se nos olvide, es heredera de aquella otra que acabó con uno de los periodos más fructíferos en la cultura de este país.

Allí, queriendo manchar mi nuevo libro estaban los ojos de la infamia de un Rajoy embravecido, la mitra de los obispos y sus falsas promesas del castigo divino, el gesto chulesco de Acebes y Zaplana regocijándose en la Comisión del 11-M y el perfil oscuro de Martínez Pujalte en el insulto de la reverencia que le hizo a Marín el día que, por primera vez en la democracia, fue expulsado del Congreso, los zapatos de Aznar sobre la mesa de la invasión de Irak (recomiendo “Bush en Babilonia. La recolonización de Irak” de Tariq Ali) y la cara desencajada de aquella señora que en el homenaje a los asesinados por ETA increpó de forma vergonzosa al Alcalde de Sevilla.

Limpié la portada de mi nuevo libro con un buen manotazo ahuyentando, así, los fantasmas de los que quieren volver y salí a la calle respirando hondo para encontrar ya los primeros olores de la primavera que se anuncia pensando que el día 9 tengo-tenemos una cita importante. La del día en el que volveremos a decirles a estos pasados y presentes que no tienen futuro mientras no limpien sus guaridas de retrógrados y se den cuenta de que aquél tiempo debe quedar solo en los libros.

Yo lo tengo claro. El día 9 de marzo iré a votar para que no vuelvan ¿y tú?

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