lunes, 2 de febrero de 2009

Los días

A las 7 de la mañana suena el despertador personalizado con la voz de mi sobrina, mi mujer trastea por la casa a punto de salir, abro la ventana para mirar la sierra y sentir el aire –últimamente frio como a febrero corresponde- y hay un punto de admiración cuando comienza a clarear y se descubre la luz de un nuevo día. El cojín de meditación espera y tras el encendido de una barrita de incienso y el leve golpe del minigong comienza la puntual media hora de silencio. Nada…30 minutos después un breve pitido anuncia que has de golpear con delicadez las piernas para que la sangre fluya de nuevo y es el momento de un reparador desayuno y ducha. A veces toca gimnasio y los 30 minutos de cojín se hacen por la tarde, y otros días el cojín se queda solo en el rincón sin la media hora de rigor.

El día se llena de actividad. Las horas pasan conscientes, una detrás de otra, un segundo después de otro segundo. Vienen y van pensamientos, vienen y van acciones, llamadas de teléfono, tecleos, programas, fotos para hacer, fotos para descargar, reuniones, compras, lecturas, miradas, periódicos, radios, ruidos y tientos para caminar hacia la hora de comer. Miro de nuevo mi Facebook, sigo atento a los amigos de Twitter, planifico nuevos trabajos, la llamada de Madrid para el último proyecto que no llega, suena hora 14 si estoy en casa y una cerveza o el vinito de rigor de andar por la calle.

Atento. Con la atención justa para no perder el paso. A veces, más de lo que yo quisiera, los pasos se aceleran y el pensamiento vuela y entonces es momento de tirar del hilo y el globo vuelve a sus pasos comedidos.

Comida. Sabores nuevos diarios, la compañía de mi mujer, la buena mesa de los amigos y luego un breve descanso, un vistazo a la prensa del día para luego seguir con la actividad diaria, instante tras instante, caminando hacia la noche. La mayoría de las veces cena en casa o alguna actividad fuera. Lectura, alguna peli, el trasteo con mi nuevo mini-ordenador, otras se peca con la Nintendo como la vuelta al niño que nunca dejaremos de lado, el beso de buenas noches, el abrazo y la luz que se apaga hasta el nuevo día.

Pasos de baile para los días que fluyen continuos, atentos, camino de las horas por este tiempo, sin perder de vista a los que caminan a tu lado, al buen día de cada día, a la lucha valiente del nuevo tiempo que se avecina.

No se muy bien porque me ha salido esto, pero siento que es el camino para no perder el ritmo ante la cansina crisis que tanto anuncian.

Estoy vivo. Aquí y ahora. En el silencio de la tarde o en el bullicio de la compaía, en el calor de un te o en la fresca sonrisa de una cerveza, contemplando la noche o en el tajín de los últimos apuntes antes de volver a casa.

Fluir, siempre fluir. Ser agua. Estar, simplemente estar.

Simplemente Gracias.

3 comentarios:

Unknown dijo...

Be water, my friend :)

Lunatrix dijo...

Hola :o) Muy bonita la entrada, sí señor. Ojalá una pudiera concentrarse más en fluir y menos en correr ...

Un abrazo!

Anónimo dijo...

A tu precioso texto le falta el recuerdo de quien no falta cada noche a nuestra cita telefónica para despedir el día con una sonrisa o más bien un ¡me parto de risa!.