martes, 10 de febrero de 2009

Maneras de vivir

El domingo pasado fue uno en esos días en los que al subir con la prensa bajo el brazo, entras en casa, desparramas los periódicos sobre la mesa, desmontas por grupos los periódicos, los suplementos, las hojas sepia y recorres con la mirada pensando en la media mañanita que te vas a pegar, cafelito en mano, saltando de página a página por un festival de noticias y reportajes. De repente te detienes, exultante de alegría, al ver como del suplemento Domingo de El País vas a salvar casi todo lo que allí aparece porque a todo le vas a sacar buena miga.

Allí estaban, codo con codo, y sin menospreciar la interesante entrevista a Tomás Eloy y el emotivo recuerdo de Casas, dos maneras de vivir. Suenan los primeros acordes del mítico tema de Rosendo y saltan las imágenes que las letras hacen vivir. En la misma ciudad en la que viví durante 40 años Esperanza Aguirre aprendía paso a paso a violentar el poder democrático desde los iluminados pasillos de los Palacios. La señora Marquesa, a golpe de desparpajo, creyéndonos que era la tonta del bote, se paseaba por El Foro practicando, sin pudor, el populismo mas temerario y radical, la ambición desmedida, el desdén de la intolerancia y la actitud déspota. Uno de sus colaboradores dice que “maltrara a los que percibe como débiles, lo cual es una condición muy propia de personas de la clase alta. Es de las que tutean a quienes sabe que no la pueden tutear”. Como a las niñas bien y consentidas, los amigotes le compraron una Comunidad que había perdido y ahora comienzan a salir los primeros cadáveres. Un amigo mío dice que son diez años el tiempo necesario para que los muertos salgan a flote, pero en este caso el tiempo ha sido más fiel aliado de poner las cosas en el cajón perfecto. El oscuro armario de los mangantes de guante blanco.

Y mientras ella se pavoneaba por el cristal turbio del fascio alzando el cáliz de la desvergüenza sin el menor temblor, en un barrio de los que llaman marginal, un muchacho intentaba día tras día coger el bote de nesquik que sus padres habían puesto un poco más alto para buscar el esfuerzo. Juan Manuel Montilla, el Langui, ganador de 2 Goyas, Rapero y actor, empujado a la fama bien trabajada con la peli de Zannou, es la clara imagen de lo que este mundo parece haber ido abandonando y que habrá que recuperar cuanto antes para golpear a los miserables. El trabajo bien hecho, el esfuerzo, la camaradería, la ilusión. “Da igual ganar o perder, la cuestión es que nunca se te quiten las ganas”, dice el actor de “El truco del manco”, en la entrevista. El día a día, el esfuerzo, el aprendizaje y la devoción, las ganas, la alegría y la fuerza.

“No sé si estoy en lo cierto
Lo cierto es que estoy aquí
Otros por menos se han muerto
Maneras de vivir”.

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